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domingo, 8 de septiembre de 2013

Duelo entre ángeles por unas alas puras

Me giré y estaba rodeado. Me miraba fijamente, mientras sus alas blancas se movían al compás de mis latidos. Ese estúpido ángel. Profirió una amenaza en un susurro mordaz y se lanzó hacia mí mientras sus iris se tornaban de un color carmín, venenoso. Yo lo esquivé ágilmente, sin embargo cometí el error de llamarle "paloma" y ese insulto desencadenó su ira. Sus aleteos ahora hacían levitar los papeles que nos rodeaban y los objetos venían y volvían sin ningún sentido, formando una cadena sobre mi cabeza. En cuanto vi que el peligro me acechaba retrocedí para luego impulsarme gracias a la pared y aterricé detrás de ese condenado. Desde que había perdido mis alas en aquel descenso forzado solamente quedaba mi destreza a la hora de combatir. Sus ojos alternaban entre distintos colores, pero cambiaban tan rápido de color que formaban incluso nuevas combinaciones. Él seguía precipitándose hacia mí con cada pestañeo pero cada vez que el cerraba los ojos yo ya estaba en otro lado. Aquel ser divino y benefactor tenía un lado más oscuro que el de algunos demonios. Esbocé una sonrisa prepotente mientras le retaba con una mirada fiera y un corazón frío, aunque mi respiración estuviese agitada. Él gritó y reprodujo un gruñido colosal que se escuchó en todo el terreno.
Yo inconscientemente me estremecí ya que aquel ser era algo mortal. Mientras él se elevó hacia el cielo yo aproveché y salté sobre su espalda mientras intentaba inútilmente despojarse de mí, sus alas me producían cortes en la cara, al fin y al cabo yo sólo era un nephilim (mitad ángel-mitad humano) y sentía más dolor que aquella bestia. Sus fosas nasales se dilataron y bufó, pero conseguí derribarle e inmovilizarle. Acto seguido, le hice un corte profundo en el cuello que acabó con aquella criatura, aquel ángel caído (un turel) y seguidamente, le corté las alas. Proferí un sonidito de victoria y me dirigí, con sus alas, a mi hogar, como hacía desde quince años, aunque aún me consevase como un joven de dieciocho y sabía que eso no cambiaría, ya que hasta que muriese sería eternamente joven.

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